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jueves, 18 de febrero de 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

35
Juan escribía en su blog.

Juan: Acabo de terminar la historia del Dorado. Este es el último capítulo. Espero que les haya gustado. Los dejo con la historia del rio, la fuente, el pájaro, la piedra y la luz.
Manuel llegó trastabillando hasta el recodo del río, tuvo que arrastrarse los últimos metros para beber de la fuente. Inmediatamente se sintió mejor y pudo respirar más tranquilo. Luego miró a Crisanto y a Pierre que volaban muy alto, en círculos, léntamente. Desde arriba todo era desilusión, los de la nave huían en distintas direcciones, nadie había venido a buscarlos. Se miraron seriamente unos segundos a 300 metros de altura luego Crisanto comenzó a reír histéricamente.
Manuel levantó la cabeza de Mora y puso delicadamente unas gotas de agua esencial sobre sus labios, su palidez pronto comenzó a desaparecer y mientras la miraba asombrado Mora volvió a vivir.
Vladimir comenzó a alejarse trotando pero enseguida aumentó el ritmo y la velocidad. Luego corrió como un loco, saltaba los pequeños arroyos, rompía cañas con sus piernas y no aminoraba en las pendientes más empinadas, corrió como cuando era un niño, reía mientras lo hacía. Un viejo sueño se le estaba cumpliendo, correr descalzo sobre el agua, la tierra y el pasto. Al llegar al cañaveral tuvo que ir más despacio, se asombró de la profusa vida terrenal. Se escurría entre las cañas y no le importaba arrastrarse por el lodo, hundió su cara en el mallín. De repente la jungla terminó abruptamente y se encontró con el río y enfrente, una hermosa playa de arena blanca. Allí estaba sentada de espaldas una mujer que enseguida llamó su atención, supo inmediatamente quien era y por un momento fugaz su corazón se estremeció. Mora giró su cabeza instintivamente y lo vió, se levantó y poniéndose colorada avanzó lentamente hacia él. Vladimir se quedó helado, no esperaba ese momento pero no se preocupo mucho, en realidad solo tenía que hacer lo que hace siglos imaginó para el momento en que volviera a ver a Mora. Después de amar tanto tiempo a esa mujer y no poder verla, tocarla o besarla el sentimiento se fue desdibujando, su imagen comenzó a molestarlo, a agredirlo con su bienestar. Sabía que ella estaba feliz, podía sentirlo. Luego ese sentimiento comenzó a transformarse en odio y envidia, hasta llegar a insultar su amado rostro, a odiarla por haberse alejado de él a pesar de todo lo que habían soñado juntos. La miró a los ojos y fue tan el desprecio que transmitió que ella se detuvo, el bajo su mirada, inmóvil.
Mora: Amor, al fin amor, gracias por venir. Te amo, sabés que no fue fácil para mi..amor te amo.
Manuel los miraba desde atrás de un árbol, cuando Mora se acercó para besarlo dio media vuelta y se alejo rápidamente para no ver.
Vladimir: Bah! Amor! (Vladimir se la sacó de encima con desprecio) perdoname pero no tengo tiempo para eso..¿sabés una cosa? podrías haber llamado antes. No importa, no vine por vos, fuiste de mucha ayuda, gracias
Vladimir se alejó sin mirarla, ella lo tomó de un hombro pero él la alejó bruscamente y se internó nuevamente en la espesa selva valdiviana. Mora no entendía nada, luego de un instante cayó rendida a los pies de Manuel quien arrepentido había vuelto sobre sus pasos. Parecía perdida, a punto de desfallecer. Manuel la ayudó a levantarse, la miró con timidez a pesar del despecho, amaba a esa mujer. Secó sus lágrimas, tomó su mano y sus labios buscó, sin pensar, aturdido, temblando como un niño. Mora lo rechazó suavemente mientras evitaba sus ojos, pero luego avergonzada se refugió en ese amor y con una leve sonrisa hundió su cara en él. Desde la cima de una colina Vladimir los miró un instante, luego miró su nuevo mundo, inspiró fuerte hasta llenarse los pulmones.
Manuel y mora caminaron de la mano río abajo por la playa. Encontraron a Juliana flotando en el río, su cuerpo aún mantenía su belleza, dos días muerta en aquel helado río no mellaron su piel. Manuel tomó su cantimplora y lo hizo otra vez, asombrado y agradecido de su nueva profesión, revivir gente del río con su fresca poción.
Pierre y Crisanto observaban todo desde arriba, dando vueltas en círculos, lentamente.

viernes, 5 de febrero de 2010

34

Luís: La nave descendió bastante lejos de donde esperaban Crisanto y Pierre. Ellos la vieron pasar ilusionados, y se dirigieron tras ella. Lentamente sus patas se asentaron sobre la tierra, abrieron inmediatamente la plataforma de acceso y presurosos comenzaron a bajar. Pero no todos juntos sino en pequeños grupos y cada cual tomó su propia dirección. No eran más de cincuenta, en general los niños iban por separado en grupos de dos o tres, luego un grupo numeroso de mujeres adultas, los hombres adultos casi todos iban solos. No se miraron entre sí, al contrario trataron de separarse lo antes posible. Sus ojos enormes, maravillados, miraban la naturaleza terrestre. A pesar de la prisa no podían evitar detenerse ante una flor y su aroma o un enorme árbol. Los pájaros los conocían y no les llamaba la atención. Un joven se acerco al río y se zambulló, cumpliendo seguramente un viejo anhelo. Se dispersaron en todas las direcciones posibles alrededor de la nave incluso dos niños decidieron remontar la cascada haciéndolo con asombrosa facilidad, al llegar arriba no se detuvieron ni miraron atrás. Siglos de encierro habían sido suficientes.
Crisanto y Pierre se cruzaron con un grupo de mujeres jóvenes, sonrieron mientras se detenían para saludarlas pero ellas siguieron de largo mirándolos con desprecio. Crisanto tomó a una de ellas por el brazo quien de inmediato le asestó un golpe en el pecho que lo dejó sin aire, sentado en el suelo. Pierre miró asombrado.
Pierre: Acaso han olvidado los buenos modales, ¿o hemos cambiado tanto? Somos como ustedes, nosotros los llamamos.
Crisanto: Queremos ayudarlas a encontrarlos, sabemos donde están todos, nunca quisimos venir aquí nos trajeron a la fuerza, queremos regresar!!
Una joven que venía unos pasos detrás de las demás se detuvo mirándolos con asombro, extrañada de su ropa y apariencia. Tomo el sedoso pelo de Crisanto y sonriendo lo olió.
Joven: No hay donde regresar, no vinimos por ustedes sino por nosotros, es un hermoso lugar parece y muy amigable veo pero sí me permiten acaso sí, quizás me puedan ayudar ¿hacia dónde está el poblado más cercano?
Pierre incrédulo señaló con su brazo hacia el poniente, ella dio media vuelta y se fue.
Pierre: Esperá...hey, ¿porque decís todo eso? Es verdad, queremos ayudarlas!! Nosotros las llamamos
Crisanto: Si fuimos nosotros!!
Ella no se detuvo, ni miró sobre sus hombros, solo se perdió lentamente entre el espeso follaje.
Crisanto: Mujeres, bah!! están todas locas, sigamos.
Vladimir fue el último en bajar y lo hizo muy lentamente como con miedo, temeroso de sus propios demonios que lo habían torturado por siglos, atormentándolo de tal manera que ya no era el mismo ni quería serlo, pese al inminente reencuentro con Mora.

miércoles, 3 de febrero de 2010

33

Luís: Mora y Manuel dormían abrazados sobre la gran roca, Crisanto y Pierre volaban sobre ellos. Cuando ella abrió los ojos, vió el amanecer y sonrió. Manuel se despertó asustado. Arriba, muy arriba, los dos demonios planeaban en círculos. Desde allí Manuel y Mora eran dos puntitos negros pero podían ver cada detalle, como Mora lo tranquilizaba, como sus besos calmaron sus nervios. Cuando él pasó su mano por su pelo y lentamente la besó. Escucharon el sonido de sus labios tocándose y la respiración del amor. Pero eso no los detuvo. En picada se lanzaron sobre ellos, que no los esperaban. Pierre golpeó a Mora con sus piernas en la cabeza mientras Crisanto golpeaba con un palo a Manuel por la espalda. De inmediato volvieron a atacar, Pierre clavó su daga en el pecho de Mora y Crisanto en la espalda de Manuel. Los cuerpos inertes cayeron sobre la roca. Mora rodó y cayó al precipicio. Crisanto se acercó a Manuel y lo pateó en la cara. Pierre buscó las coordenadas en el pantalón de Manuel pero no las encontró. Miró a Crisanto con desazón. Crisanto observó el transmisor.
Crisanto: Ya mandaron la señal. Hijos de mil puta! llegarán en cualquier momento, vamos a morir!! tenemos que salir de acá ya!
Pierre: Pará!! tranquilo, puede ser diferente ahora, pasó mucho tiempo, los jerarcas ya estarán muertos.
Crisanto: ¿Y los jóvenes? ¿pensás que hicieron una revolución? Si los mataron a casi todos, los que quedaron son autómatas idiotizados con propaganda química, ¿qué esperás? ¿qué lo que no hiciste vos lo hicieron otros?
Pierre: Podemos unirnos a ellos, podemos ayudarlos a encontrar a los demás y así mejorar nuestra situación, les diremos que nosotros mandamos la señal.
Crisanto: Yo era un niño cuando me fui, nunca pude nadar en los mares turquesa ni viajar a las lunas pero me acuerdo de la comida, los frutos y nuestra agua viscosa y tibia que brotaba de los árboles y flotaba en las nubes. Y de mi padre, que aceptó el nuevo régimen. Mi madre me trajo, huyo de él y de esa locura pero vinimos aquí, rodeados de idiotas, donde nuestras hazañas no valen nada. Nos hemos conformado con tan poco. Esta bien tío, les diremos eso y mucho más.

martes, 2 de febrero de 2010

Mejor este lo cuento yo

32

El haz de fotones nucleares viajaba mil veces más rápido que la velocidad de la luz, en segundos dejó el sistema solar, luego recorrió infinitas galaxias. A su paso los paisajes más increíbles, nebulosas de todos los colores, planetas, quasares, asteroides. Pasó cerca de Crona, donde la vida es similar a la terrestre, luego fue chupada por un agujero negro que la llevó al otro lado del universo. Allí en la oscuridad más absoluta, buscó la estación repetidora de señales y corrigió el curso para el tramo final, otra vez, enormes y luminosos planetas, viejas estrellas, enanas rojas, cometas, naves y más estrellas. Luego de diez horas llegó a Trubius. El viejo planeta de magnesio y cadmio tenía un color gris metalizado en su superficie, las lunas verdes teñían gran parte de los mares turquesa. Al recorrer la metrópoli sobrevoló la ruina y la destrucción, nada parecía quedar en pie, el polvo tapaba todo. El gran edificio de cristal sobresalía entre todo lo demás, sus grandes paredes rotas reflejaban el verde lunar. Nadie vivía ya allí, todo había sido destruido muchos siglos atrás. Pero entre toda esa desolación una enorme esfera de metal abrió su antena solar justo cuando el rayo de fotones llegó allí. Estaba esperando esa señal, era su único fin en ese planeta. El robot se movió ansioso, al fin podía cumplir su misión. Ingresó las coordenadas y reenvió la señal, no sabía a quién ni adonde. Se sentó en su butaca pero ya no en la posición de alerta sino en la de descanso. En pocos minutos una nave recibió la señal, inmediatamente Vladimir se enteró. Desde su bitácora miró el oscuro y frío espacio y por primera vez en mucho tiempo sonrió. Metió su dedo manchado en la nariz, luego cerró los ojos. La imagen de Mora apareció frente a él. Después de tanto tiempo al fin volvía, la veía diferente, le extrañaban sus movimientos y los gestos de su cara. ¿Qué sentía realmente?, ¿odio o amor?, ¿por qué no la había seguido si tanto la había amado? Fue más la guerra, el honor y el deber, ¿por qué ella lo había dejado? Juntos hubiesen sido reyes pero prefirió la libertad de acción y conciencia. Todo por nada. La guerra se perdió, el planeta quedo inhabitable y la población aniquilada. Solo unos pocos aún quedan, vagando en la nave sin ser recibidos por nadie, contaminados de por vida. Mora podría salvarlos, nadie nunca supo adonde habían escapado pero seguramente a un planeta donde se pudiera vivir. Juntos o separados le daba igual.
31

Luis y Juan miraban por la ventana. La noche los había dejado como únicos espectadores de su inmensidad. Sólo el farol de la calle alumbraba la escena, las estrellas habían desaparecido