Visiten el blog de Levis

sábado, 26 de diciembre de 2009

6

Luis pasó la noche en el sillón. Al despertar lo primero que hizo fue abrir su botella de tequila, se sirvió en un pequeño vaso y lo tomó de un saque. Eso pareció despertarlo, se levantó y desperezó estirando su brazos hacia arriba. Miró alrededor, la casa estaba vacía salvo por el polvo, solo una mesa y un sillón donde supo estar el comedor. Se sirvió otro trago que bebió en pequeños sorbos, con el vaso aún medio lleno se dirigió a la escalera, miró hacia arriba la luz de la ventana del descanso lo cegó. Sonrió, se tomó de la baranda de hierro y comenzó a subir.
Luis: Manuel fue solo, por el sendero hasta el lago luego rodeo el mallín y llegó al rio. Siempre sentía una extraña sensación cuando no había gente cerca, a nadie había mencionado nada. Era el momento para salir en busca de su única utopía, el amor. Si se lo hubiese dicho a todos de nada hubiera servido. Tiene el alma entumecida a pesar de todo lo que tiene, de todo lo que dios le dió, encendió un cigarrillo y sacó de la mochila un par de largas botas de goma. Se sentó en el tronco blanco que marca el límite con el virgen territorio. Varias veces había imaginado como empezaría el viaje desde allí, caminar río arriba parecía una locura pero los márgenes poblados de selva Valdiviana hacían imposible la idea de ir por tierra firme, lo sabía porque lo había intentado sin éxito.
Luis llego al descanso de la escalera, miró por la ventana y vió el rio.
Juan: Que hermoso le parecía ese rio, sentía que allí, en algún lugar entre el tronco blanco y la laguna la encontraría. Se estremeció al recordar el momento en que ella cayó en el medio de la fiesta, envenenada por su ruin traición. La casa del campo los reunía a todos en ocasiones especiales, aquella vez el juicio a una traidora era el pretexto, en el fondo todos querían volver a verse. Se sentían contenidos por la fuerza de su origen común. No podían vivir juntos pues sería muy evidente. Cada uno por separado, rodeados de tontos e insulsos humanos. A Manuel no todos le caían bien, muchos aprovechando su superioridad intelectual y física se habían convertido en poderosos e inescrupulosos líderes tirando al piso ideales que aunque no eran los mismos de antaño sin embargo eran ideales, y si por aquellos dejaron todo por los nuevos deberían hacer lo mismo. No son inmortales, la muerte les puede suceder en cualquier momento pero si son mucho más longevos que los humanos lo que les da evidentes ventajas. Por lo demás como ya han visto son similares a los humanos, la conexión entre las especies es evidente, seguramente hay un tronco común, pero esto ahora nada importa. Pronto llegaron los que faltaban, el plan todos lo conocían, menos ella, creían. Al mirarla riendo junto a los más hipócritas Manuel sintió lástima de ella, no pensó en salvarla después de todo ella no lo amaba, sabía que deseaba volver por Vladimir, y cuando Crisanto propuso el brindis fue ella quien buscó sus ojos e hizo el gesto hacia el piso, luego bebió mirándolo con dulzura.
Mora había hecho de todo en su estancia en la Tierra y entra las muchas profesiones que ejerció en la que más se destacó fue en las artes dramáticas, detalle que todos pasaron por alto, sabía del plan no por Manuel como hubiese deseado sino por otros miembros del grupo, amigos en las buenas y malas. Nunca tragó el veneno, al caer incluso abrió la boca cuando todos se amontonaban para verla. Luego alguien sugirió el río, un cómplice claro, todos estuvieron de acuerdo. Entre varios hombres la llevaron afuera y todos la siguieron hasta el río. Para poner un broche a su actuación giró su cuerpo boca abajo mientras la llevaba el agua, en silencio todos volvieron a la casa.
Pero al caer en la fiesta había dejado algo en el suelo y solo Manuel lo percibió, sus miradas se encontraron y él a pesar de todo su rencor y despecho, se alegró de que ella lo mirara. Cuando todos salieron del salón, casi de inmediato a representar una nueva farsa, Manuel volvió sobre sus pasos y tomó el papel del suelo, al leer el mensaje automáticamente la perdonó y se prometió que iría a buscarla, allí donde nadie nunca la encontraría sino él, donde nadie iba ya. La selva no existía cuando todos se separaron para nunca regresar.
Manuel hace tiempo que andaba desorientado, trató de reemplazar su ausencia con vicios y meditaciones, chicas y cerveza. Decidió exponer sus cuadros en la calle, esperaba algo, alguien que lo haga olvidarla, pero cuando todo quedaba en silencio, ella regresaba, su imagen fantasmal entraba por la ventana y se metía en su cama, gemía pero él no la podía tocar, dándole la espalda intentaba dormir, escuchándola gozar, no era fácil, un calor intenso crecía, ardía, y nada que hiciera se acercaba al recuerdo de su presencia.
Cuando la conoció fue muy valiente, se le acercó impulsivamente, no le importó que estuviera con otro, esperó el momento y le habló, ella sonrió ante sus dulces palabras llenas de lujuria. No intentaron ser corteses, ella misma lo incitó a llamarla casi en silencio solo con su mirada y sonrisa. La pasión los consumió, un fuego azul enorme los envolvía, las noches llenas de sudor los embriagaba, perdieron el rumbo, se olvidaron de todo, exploraron todos sus límites, se desafiaron y nunca discutieron. Los demás sentían esa pasión y ellos no intentaban esconderla, todo lo contrario, se excitaban al sentirse observados. Les gustaba mirar y provocar a los demás, pero luego de todo el frenesí, cuando satisfechos intentaban dormir, se abrazaban dulcemente y con delicadeza se besaban. Comenzaron a caminar de la mano una vez y no les importó. Luego un día ella empezó a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario