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martes, 2 de febrero de 2010

Mejor este lo cuento yo

32

El haz de fotones nucleares viajaba mil veces más rápido que la velocidad de la luz, en segundos dejó el sistema solar, luego recorrió infinitas galaxias. A su paso los paisajes más increíbles, nebulosas de todos los colores, planetas, quasares, asteroides. Pasó cerca de Crona, donde la vida es similar a la terrestre, luego fue chupada por un agujero negro que la llevó al otro lado del universo. Allí en la oscuridad más absoluta, buscó la estación repetidora de señales y corrigió el curso para el tramo final, otra vez, enormes y luminosos planetas, viejas estrellas, enanas rojas, cometas, naves y más estrellas. Luego de diez horas llegó a Trubius. El viejo planeta de magnesio y cadmio tenía un color gris metalizado en su superficie, las lunas verdes teñían gran parte de los mares turquesa. Al recorrer la metrópoli sobrevoló la ruina y la destrucción, nada parecía quedar en pie, el polvo tapaba todo. El gran edificio de cristal sobresalía entre todo lo demás, sus grandes paredes rotas reflejaban el verde lunar. Nadie vivía ya allí, todo había sido destruido muchos siglos atrás. Pero entre toda esa desolación una enorme esfera de metal abrió su antena solar justo cuando el rayo de fotones llegó allí. Estaba esperando esa señal, era su único fin en ese planeta. El robot se movió ansioso, al fin podía cumplir su misión. Ingresó las coordenadas y reenvió la señal, no sabía a quién ni adonde. Se sentó en su butaca pero ya no en la posición de alerta sino en la de descanso. En pocos minutos una nave recibió la señal, inmediatamente Vladimir se enteró. Desde su bitácora miró el oscuro y frío espacio y por primera vez en mucho tiempo sonrió. Metió su dedo manchado en la nariz, luego cerró los ojos. La imagen de Mora apareció frente a él. Después de tanto tiempo al fin volvía, la veía diferente, le extrañaban sus movimientos y los gestos de su cara. ¿Qué sentía realmente?, ¿odio o amor?, ¿por qué no la había seguido si tanto la había amado? Fue más la guerra, el honor y el deber, ¿por qué ella lo había dejado? Juntos hubiesen sido reyes pero prefirió la libertad de acción y conciencia. Todo por nada. La guerra se perdió, el planeta quedo inhabitable y la población aniquilada. Solo unos pocos aún quedan, vagando en la nave sin ser recibidos por nadie, contaminados de por vida. Mora podría salvarlos, nadie nunca supo adonde habían escapado pero seguramente a un planeta donde se pudiera vivir. Juntos o separados le daba igual.

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