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viernes, 22 de enero de 2010

27
El verano termina dulce y siniestro, como Luis como Juan.
Juan escribía en el blog.

Juan: La última vez que vi a Pablo fue en el boliche, en la Taberna del Chimango. Lugar en donde mil historias de amor ocurrieron y ocurrirán. Nunca más podré ver su sonrisa, ni escuchar su melodiosa voz. Muchas chicas lloran su muerte y a todos nos rompió el corazón. Estaba allí junto a la pista con Quique su gran amigo, reían sin cesar, un par de chicas fumaban y hablaban animadamente junto a ellos. Yo estaba sentado esperando algún milagro y ellos los regalaban. Mis amigos, borrachos como yo, esperaban la señal. El deejay puso Ramones y el pogo empezó, me arrastraron, reconozco que es muy divertido para nosotros, no para los demás, que deben abandonar la pista para no ser aplastados o empujados. Es nuestro momento y creo que los del boliche lo saben, después de todo es un espectáculo bastante llamativo el ver a diez monos saltando y empujándose como locos. En realidad nunca nos lastimamos, sabemos hacer pogo, muy divertido pero para las chicas ess una muestra más de nuestra inmadurez. Luego de los cuatro o cinco temas permitidos todo volvía a la normalidad y mientras nosotros nos retirábamos eufóricos de la pista Pablo, al escuchar a los Stones se puso a bailar. Bailaban como indios alrededor del fuego en cámara lenta. Así lo recuerdo bailando sin importarle quien lo mirara, sin sobreactuar con su chica, libre como si solo fuera la música y él, nada más. Los mejores mueren primero. Se fue.

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