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viernes, 29 de enero de 2010

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Luis estaba sentado en su antigua habitación. Miraba por la ventana mágica pero no veía. Se asomó y respiró la última dulce brisa de aquel verano. De pronto vió luz en la casa de enfrente, el niño que había llamado su atención el otro día escribía en su computadora.


Luis: ¿Qué escribirá? ¿Inventará historias como yo? Me acuerdo cuando era como él. Cuando inventé la historia del Dorado que en vano repito. Lo hago para mi, para recordar porque estuvo bien lo que hice. ¿No?

Luis: Siempre observados por Pierre y Crisanto bajaron la montaña tomados de la mano, fueron hasta la fuente. Ambos tomaron un pequeño sorbo de agua esencial. Pronto empezaron a reír. La conexión entre ellos siempre había sido muy fuerte, principalmente en la cama. Mora sabía separar perfectamente el sexo del amor. Empezaron besándose y luego a quitarse la ropa, el efecto del agua depende en gran parte de la voluntad y fue el éxtasis sexual el que dominó otras pulsiones, tuvieron sexo durante toda la noche, incluso volando.
Pierre y Crisanto sabían que no era el momento de atacarlos, estaban juntos y habían tomado de la fuente, nada podía detenerlos en ese momento aún cuando parecían muy ocupados en otra cosa. Pierre miraba entusiasmado, muy entusiasmado. Crisanto aburrido intento dormir un rato, al menos un par de horas hasta que el efecto del agua pasara. Pierre lo despertó cuando empezaron a volar. Luego de estar seguros de que estaban lo suficientemente lejos corrieron a la fuente. Pierre se zambulló y Crisanto tomó desesperadamente a manos llenas.

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