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miércoles, 13 de enero de 2010

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Luis: La segunda noche de Manuel estuvo llena de reproches, se recriminaba no haberle demostrado su amor. Se dió cuenta de todo lo que la amaba. De que otra manera se podía explicar esa presión en el pecho. Quería volver el tiempo atrás, si hubiera hecho esto o lo otro, quizás ella se hubiera enamorado de él. Sentía que ya era tarde, pero ¿por qué ahora lo llamaba? A él, que no la había ayudado, que la había mirado con lástima cuando tomó el veneno. ¿Cómo podía perdonarlo?, ¿cómo la miraría a los ojos?
Pobre Manuel, creyó que era imbatible, que ella moría por él. Nunca imaginó que esto podía sucederle. Corría desesperado, intentando lo que dentro suyo sabía imposible. Reconquistar su amor, convencerla de que se quede con él, pedirle perdón y otra oportunidad. Darle su vida en bandeja de plata y aceptar cualquier cosa que le permitiera volver a besar sus labios, abrazarla, cogerla, sentirla vibrar de placer. Hacer lo que nunca hizo, amarla.
Sólo, en medio de la Cordillera de los Andes, buscando a su amor. Sin importarle los riesgos, sin que esto significara que no tenía miedo. Siempre temió a la oscuridad, y allí en esa noche sin luna, todo era negro a un metro del fuego. No temía a los animales sino a los espíritus del bosque, sabía que existían, este planeta esconde muchos secretos que la razón humana no alcanza a vislumbrar. Bebió como nunca, sabía que le daría valor para enfrentar sus miedos. Borracho espero lo que fuera, pero nada sucedió y luego de un par de horas se quedó dormido. Fue entonces cuando se presentaron los espíritus, uno en forma de ave revoloteo sobre él dormido y agito sus sueños. El otro en forma de escarabajo le meó la nariz.

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